De las Juventudes Libertarias a los indignados del #15m. Puntos en común

Si es verdad que la propia Historia posee la facultad de la memoria que tan a discreción le atribuyen, sería comprensible que la pobre se sintiese en un constante déja-vu. En el caso hipotético de que avance, es poco probable que la Historia lo haga en línea recta y mucho más que se desplace zig zag o en espiral, regresando siempre sobre determinados puntos o notas, como si se tratase de variaciones musicales. Puestos a especular, tal vez no sea verdad que nos encontremos en el futuro, como nos habían dicho. No hay más que analizar el #15m y la #spanishrevolution. Aun respetando las enormes distancias, existen similitudes entre los indignados de ahora y los que hace 75 años creyeron que si el pueblo se unía no podría ser vencido. Si nos olvidamos por un segundo de la letra, veremos que en esta melodía hay algo familiar:

  1. Contexto de crisis económica.
    La Segunda República española se proclamó en 1931, cuando España sufría las consecuencias de una crisis económica que se inició en Estados Unidos y terminó siendo global: el crack del 29.
  2. La indignación general.
    La Segunda República española es un periodo convulso que se caracterizó por la crispación política y el descontento popular. Sorprendentemente, muchos de los temas candentes siguen siendo los mismos.
  3. Las dos españas.
    En los años 30 se vivió tal polarización que partidos de derechas y de izquierdas terminarían aglutinándose en torno a dos grandes bloques monolíticos: la CEDA y el Frente Popular. Su enfrentamiento recuerda al que PP y PSOE vienen manteniendo en la actual democracia. Tanto en un caso como en otro, se hablaba de las dos españas, olvidando por completo que en realidad son muchas más.
  4. Alto índice de abstención. Del anarcosindicalismo al #nolesvotes.
    La fuerza más votada en las elecciones de 1931 fue el PSOE, que por entonces tenía 23.000 afiliados. La CNT, que no concurría a los comicios, contaba con unos 800.000 afiliados. Pese a tratarse de un colectivo con una masa social amplísima, la actitud más frecuente entre sus afiliados era la abstención, dado su carácter anarquista. A este hecho se atribuye en buena medida el triunfo de la derecha en las elecciones de 1933. En 1936, no obstante, muchos anarcosindicalistas decidieron otorgar su voto al Frente Popular, que de esta manera se hizo con la victoria.
    Por su parte, en el germen del #15m se hallaba el lema #nolesvotes, que llamaba a no votar a ninguno de los partidos mayoritarios. La escasa influencia de la #spanishrevolution en los resultados de las elecciones municipales y autonómicas se tradujo en un desprestigio inmediato de un movimiento del que nunca interesó el mensaje, sino únicamente el número y el color de los votos que podía representar. Todos aquellos que, decepcionados o crecidos por el resultado de los comicios, menosprecian esta primera manifestación del llamado #15m, harían bien en revisar el porcentaje de abstención y ponerse a hacer cuentas con los dedos.
  5. Revuelta contra un gobierno de izquierdas y victoria electoral de la derecha.
    En enero de 1933 el gobierno de izquierdas se vio sorprendido por un conato revolucionario de carácter anarquista por parte de ciudadanos descontentos que estaban más a la izquierda todavía. Meses después, se convocan unas elecciones generales que gana la derecha. Sin apenas tiempo de cantar victoria, el gobierno de derechas sufre en 1934 un intento revolucionario más virulento que el anterior, sobre todo en Asturias, donde los mineros estuvieron en pie de guerra durante 15 días.
  6. El peso de los estereotipos.
    A los indignados de ahora les llaman perroflautas, de la misma manera que los anarquistas quedaron señalados como asesinos, incendiarios y violadores de monjas. La generalización actúa como una apisonadora, de manera que una vez asignado el estereotipo queda poco espacio para los mensajes.
  7. La ingenuidad
    Para salir a la calle, para creer en algo -en lo que sea- hace falta cierta dosis de ingenuidad. ¿De verdad pensaban los anarquistas que si hubiesen ganado la guerra les hubiesen dejado instaurar una sociedad libertaria? ¿De verdad se puede hacer que los pocos a los que el poder posee se deshagan de él sin más ante la indignación de muchos?

Ante ocasiones así, toda persona mínimamente honesta no puede más que preguntarse cuál es el lugar que le corresponde. En mi caso, todavía no lo tengo claro, pero a la vista de todo esto cada vez me veo más como una variación de mi abuelo, una versión remasterizada de su hermano J., que hace 75 años ya salieron a las plazas. En aquella ocasión, la indignación creció como lo hace la leche cuando la olvidas al fuego y desembocó en una guerra civil. Ahora, los descendientes de aquellos que se mataron entre ellos estamos ante una oportunidad excepcional de demostrar si de verdad existe el progreso.

VERSIÓ EN VALENCIÀ

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