96º cumpleaños de Amado Figuerola

Hoy, 19 de septiembre, Amado Figuerola habría cumplido 96 años. Aunque él hace tiempo que se fue, la fecha sigue aquí, entre nosotros, para que podamos recordarle. Las líneas que vienen a continuación estuvieron entre las primeras candidatas a formar parte del libro que acompaña a este proyecto y, si bien acabaron siendo excluidas cuando la obra perdió la narración en primera persona, todavía ayudan a explicar el origen de esta expedición al centro de la memoria. Va por el chico de la foto. Porque aún le recordamos y porque tanto después sigue siendo Amado.

Amado Figuerola

Da la sensación de que somos torpes midiendo presencias. Incapaces de medir el espacio de los que tenemos alrededor mientras todavía lo ocupan. Por alguna razón, se nos da mal calcular las dimensiones de las cosas que todavía duran. Somos más diestros, por lo general, estableciendo el perímetro de la ausencia. Es palpando el vacío como averiguamos con exactitud las dimensiones que tenía cuando estaba lleno. Nos resulta más fácil ubicarnos en el pasado.

La rutina es un armisticio general que se alcanza a partir de pequeñas treguas. Para alcanzar esa paz a menudo hay que firmar demasiados pactos, transigir con excesivos silencios. La calma en que nos instalamos se asienta sobre demasiados sobreentendidos. Amado Figuerola, mi abuelo, murió cuatro días antes de mi 19 cumpleaños, sin que hasta entonces se me hubiese pasado por la cabeza preguntarle quién era. Ocurrió entonces que en lugar de las preguntas, lo que se llevó con él fueron las respuestas. Sin el antídoto de su presencia, en el sitio que él había habitado florecieron los interrogantes.

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