Pequeños milagros

Una de las cosas que tenía claras al embarcarme en este blog era que el objetivo no consistía en contar toda la historia de mi familia, ni mucho menos hacerlo con criterios literarios. Era más bien cuestión de desatascarla, de hacerla avanzar. Pensé que internet era un medio capaz de producir pequeños milagros y que a la larga me permitiría llegar hasta gente que me pudiese ayudar.

El día 1 de diciembre de 2010 publiqué una entrada en este blog explicando que, mientras su hermano Joaquín se hallaba sirviendo con la 61 brigada mixta, mi abuelo tuvo el privilegio de ser uno de los 356 elegidos para estudiar en el Instituto para Obreros de Valencia. Gracias a aquel texto pude contactar con la Asociación Cultural Instituto Obrero y, en particular, con Cristina Escrivá, una de las personas que integran su junta directiva. Al cabo de unos días, Cristina me obsequió con un gran regalo. Esta fotografía de aquí:

Es mi abuelo. Tal y como era a su ingreso en el Instituto para Obreros de Valencia. Pensé en el viaje que había hecho la pequeña fotografía. Mi abuelo la llevó al instituto, una alumna la salvó de la quema el día antes de que irrumpiesen los franquistas y, 74 años después, Cristina me la hizo llegar a mí a través de internet. Sin saber por qué, me entraron ganas de llorar. No había descubierto nada. Nada estaba terminado todavía. Pero los pequeños milagros habían empezado a producirse. Tenía sentido todo este esfuerzo del blog.

Hace unos días, recibí otro documento. El aval que la Federación Local de Grupos Anarquistas de Alcoy prestó a mi abuelo para que pudiese ingresar en el Instituto Obrero. Esperemos que, ahora que han empezado, estos pequeños milagros no dejen de producirse. Resulta, además, que la persona que los ha hecho posible lleva muchos años realizando labores de investigación que han dado lugar a libros, exposiciones e incluso documentales. En uno de sus libros, Los institutos para obreros. Un hermoso sueño republicano explica que “en los meses de febrero y marzo de 1938 comenzó un goteo continuado de alumnos que salían del Centro para incorporarse a las filas del Ejército Popular”. Viendo que la guerra se estaba decidiendo, los alumnos se alistaban como voluntarios para defender a la República. Al iniciarse la Batalla del Ebro, según este mismo libro, en el Instituto para Obreros de Valencia se llega a impartir clases en las que únicamente quedaban tres alumnos de sexo masculino. Todos los demás habían partido para el Ebro. Entre ellos, se supone que mi abuelo. Descubrir la unidad militar en la que fue encuadrado sería, sin duda, otro pequeño milagro con el que ya he empezado a soñar.

VERSIÓ EN VALENCIÀ

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