En el entresuelo de este edifició vivió con su padre y algunos de sus hermanos Dionisio García de la Riva, el hombre que denunció a mi abuelo. Se trata de la Casa del Pavo, probablemente el edificio más conocido de la ciudad de Alcoy, algo así como el equivalente local -salvando las distancias, lógicamente- a lo que sería la Casa Batlló en Barcelona. Esta vivienda modernista está ubicada a apenas unos metros de la plaza del Ayuntamiento, en el que probablemente fuese el tramo de calle más cotizado de la ciudad durante la primera mitad del siglo XX. Lugar de residencia de buena parte de los industriales locales, los primeros números de la calle Sant Nicolau constituían unas señas que por sí solas hablaban del estatus social de las personas que las ocupaban.
Según los datos que he podido ir averiguando, Dionisio García era propietario de un taller textil con al menos 15 telares ubicado en la actual calle Casablanca de Alcoy, a escasos minutos de la casa señorial en la que residía. Era originario de Ortigosa de Cameros, una hermosa villa riojana de la que en el siglo XIX había partido Simeón García de la Riva, un emprendedor que empezó trabajando como aprendiz en un comercio de La Coruña y terminó erigiendo un imperio de industrias y almacenes textiles e incluso fundando el Banco Simeón.
Se da la circunstancia de que, pese a que tenía su residencia fijada en La Coruña, Simeón García de la Riva falleció en Alcoy, probablemente mientras atendía los negocios de Botí, Riva y Cía, fábrica textil de la que era copropietario. Su participación en la empresa se resolvió con la entrada de nuevos socios, entre los que se hallaba Gregorio de la Riva y Riva, antepasado de Dionisio García de la Riva, cuyo parentesco con uno y otro todavía no he podido aclarar.
En cuanto a los motivos por los que Dionisio García denunció a mi abuelo, es probable que no haya demasiado misterio. Hasta que dejó Alcoy en 1937, mi abuelo fue miembro de las Juventudes Libertarias y trabajó para Enrique Vañó, uno de los líderes de la C.N.T. Un puesto demasiado visible como para pasar inadvertido. Por su parte, al parecer, Dionisio García era un camisa azul destacado y pudo haber tenido un papel relevante en la reorganización de la ciudad en la posguerra.
Probablemente uno y otro no hicieron sino responder a lo que en aquel momento creyeron su deber. Lo único que tanto tiempo después tendría sentido y haría avanzar la historia sería que sus descendientes fuésemos capaces de sobreponernos a aquellos hechos y entablar un diálogo normalizado. Ese, para mí, es el reto ahora.