Un tipo rudo, cantero de profesión, combatiente comunista con fama de sanguinario, el teniente coronel Enrique Líster, por lo visto, era también un amante de la poesía.
Hoy, una nota al pie para destacar una de aquellas curiosidades que vas leyendo. En sus Memorias de un luchador, Líster escribe lo siguiente:
Yo, que no entiendo nada de poética, les estoy profundamente agradecido a los poetas por el importante papel que la poesía ha desempeñado durante la guerra. He sido siempre partidario de los discursos cortos, directos, que lleguen al corazón, calienten la sangre y dejen en el cerebro de los que escuchan materia de reflexión. Por eso, una buena poesía era para mí algo así como varias horas de discursos resumidos en unos pocos minutos. He podido comprobar muchas veces que una poesía capaz de llegar al corazón de los soldados valía más que diez largos discursos. Recuerdo cuando, en los días más difíciles de Madrid y luego a lo largo de toda la guerra, venían Miguel Hernández, Herrera Petere, Juan Rejano, Serrano Plaja, Pedro Garfias, Altolaguirre, Emilio Prados y otros poetas a las trincheras a recitar a los combatientes sus poesías y lo que éstas representaban como materia combativa, explosiva, de reforzamiento de la moral de combate y de confianza en la victoria; de impulso para la realización de actos heroicos individuales y colectivos.
Mientras el poeta iba leyendo su poema, yo me fijaba en los rostros de los combatientes e iba leyendo en ellos el efecto causado por lo que escuchaban, y podría decir, sin temor a equivocarme, que en muchas caras veía que éste o aquél iba a ser un héroe en el próximo combate.”
Lo que Líster no termina de aclarar si a él también le hacía sentir la poesía o si le bastaba con que la sintiesen los demás.