Estos de la foto son los jinetes de la 1ª División de Caballería del ejército de Franco. Son recordados por haber realizado la última carga a caballo de la historia militar española. A pesar de que la guerra civil fue una contienda moderna, laboratorio para las técnicas de combate que se emplearían en la segunda guerra mundial, los terrenos rocosos de la provincia de Teruel fueron escenario de un último ataque al galope. Ocurrió en la Batalla del Alfambra. Y se hizo, además, contra la 42 división republicana en la que militaba mi tío abuelo Joaquín Figuerola.
En enero de 1938 la República había tomado Teruel, la única capital de provincia que lograría arrebatar a Franco a lo largo de toda la guerra. En lugar de intentar recuperar la plaza por medio de un ataque frontal, el “Caudillo” decidió romper las líneas republicanas allí donde eran más vulnerables: en la cuenca del río Alfambra, al norte de la ciudad. El 5 de febrero de 1938 iniciaron una contraofensiva demoledora que sorprendió con la guardia baja a los republicanos y que se desarrolló en tres direcciones a la vez. Al día siguiente, los 3.000 jinetes de la 1ª División, comandados por el general Monasterio, cumplieron triunfalmente con las órdenes que les habían dado. Las descargas de la artillería y de la aviación -que aquel día llegó a lanzar 150 toneladas de bombas- fueron tan poderosas que cuando los caballos entraron en acción los rojos ya solo pensaban en escapar. Los días 7 y 8 de febrero los rebeldes completaban sus objetivos sin encontrar oposición. Hay quien cifra entre 10 y 15.000 las bajas republicanas en la batalla. Al término de la misma, 21 batallones republicanos dejaron de estar operativos.
De aquel descalabro no hablaba ninguna carta. Nadie en la familia sabía nada de una batalla junto al río Alfambra. Lo poco que logré saber lo fui encontrando en artículos en internet y en libros. La visita a los archivos de Ávila y Salamanca permitiría ir añadiendo nuevos datos.
En primer lugar, no era totalmente cierto que los republicanos no esperasen el ataque. Aunque con solo unas horas de antelación, habían sido prevenidos:
En la mañana del 5 de febrero a los soldados inexpertos a quienes la República había encomendado la defensa de aquella comarca perdida se les vino encima toda la furia del contraataque rebelde. Según un informe del comisario de la 67 División, aquella vez los aviones de Franco pusieron en práctica una táctica nueva. Bombardear los pueblos de la retaguardia republicana para dificultar la retirada y, al mismo tiempo, impedir la llegada de refuerzos. Eso, unido a la aplastante superioridad que demostraron las tropas de los sublevados en el campo de batalla terminó por hacer cundir el pánico entre los republicanos, que abandonaron las posiciones sin ofrecer la resistencia esperada.
En un preludio de lo que en semanas posteriores iban a ser las grandes retiradas del frente de Aragón, los intentos de los mandos de la República por hacer que sus soldados mantuviesen las líneas resultaron fallidos:
La Batalla del Alfambra resultó tan fulgurante que apenas se ha hecho hueco en los libros de historia. La actuación del Ejército Popular de la República fue tan sonrojante que a su finalización se abrió un proceso para depurar responsabilidades. Fruto de aquella investigación se redactaron algunos informes que hoy en día resultan una fuente sumamente útil. Por suerte para el honor de los soldados que participaron en el Alfambra, se conservan testimonios como el del comisario de la 42 División, Pedro López Calle, una voz alternativa que cuestiona que la debacle republicana se debiese únicamente a la falta de valor de sus combatientes. Muy recomendable su lectura para quien desee saber más sobre aquella batalla olvidada.