Inyecciones contra el tifus

Algo tenía que haberle pasado a Joaquín. Desde su ingreso en el ejército republicano, el hermano de mi abuelo había enviado una veintena de cartas a su novia, a las que habría que sumar las que hubiese escrito a familiares y amigos. Hasta entonces su chica había recibido cada tres días un papel con idéntico encabezado: “Queridísima Enriqueta: Me alegraré  que al recibo de esta te encuentres bien de salud, la mía por la presente sin novedad”. De ahí que cuando en noviembre de 1937 transcurrieron más de diez días sin noticias de él, ella empezase a sospechar que algo andaba mal. Temores que una nueva carta fechada el último día de ese mismo mes terminó de confirmar:

Queridisima Enriqueta: Me alegraré que al recibo de esta te alles* en la mas completa salud la mia por la presente ya fuera de peligro y bien.

En primer lugar te tengo que decir, que de seguro que habras estado impaciente esperando carta mia, pero que no ha sido la culpa mia, pues sabras que me hé tirado unos cuandos dias enfermo en la cama de fiebre pero como ves pronto me la hé quitado de encima y ahora ya estamos otra vez buenos dispuesto a escribirte muchisimo otra vez.

Sometido a temperaturas extremas sin el equipamiento adecuado, Joaquín se resentía de su salud. Por suerte, parecía que en aquella ocasión había sido tan solo un aviso:

Tambien sabrás que hayer al darme el alta lo aprovecharon para darme el primer pinchazo de suero contra el tifus porque a toda la compañia ya la habian inyectado y solamente me faltaba a mi así es que me hé pasado veinte y cuatro horas de que no podia comer nada mas que leche, pero como a mi no me gusta la leche yo desobedecí al medico y comi y ya ves no me ha pasado nada lo único lo mismo que a todos mucho mal en el brazo izquierdo mal que ya ha pasado y ahora a esperar a la segunda que segun dicen es mucho mas fuerte que esta que tiene mucho mas grado, que yo de seguro que no seré tan valiente de comer tan pronto como en esta.

Joaquín, que trabaja ordeñando vacas, confiesa en esta carta que no le gusta la leche. Y que con las trescientas pesetas que ha cobrado de la mensualidad que la República paga a sus soldados ya ha conseguido juntar seiscientas. Y que su cabeza sigue más ocupada en lo que ha dejado en Alcoy que en ganar la guerra:

Tambien te quiero avisar que no tardes tanto en escribirme porque ya ves me hé tirado estos larguísimos dias de cama nada mas pensando en ti y en mis padres y en todos vosotros y esperando carta tuya, porque yo te digo la verdad si recibo carta de mis padres me alegro muchisimo per si es tuya es el colmo no te lo puedes figurar la alegría tan loca que me asalta.

Tambien te notifico que Ruta Confederal a llegado a mis manos y lo he leido de la cabeza a los pies sin dejarme nada para leer asta eso de la suscripción al mes tantas pts, y todos los compañeros alcoyanos me la han pedido para leerla y ver lo que dice de Alcoy. Enseguida te escribiré otra

En su primera carta tras la enfermedad no hay espacio para más. El monstruo de la guerra seguía sin reparar en él:

Sin mas por hoy recuerdos para toda tu familia y demas conocidos y tu recibe el amor y muchisimos besos y abrazos de este que desea muchisimo verte besarte y abrazarte este que te quiere muchisimo con locura y pasión y es

J. Figuerola

*La transcripción respeta la ortografía del original.

Share