Hará cosa de cuatro o cinco años dediqué unas Navidades a hurgar en el Archivo Municipal de Alcoy. Quería repasar la prensa local de los años de la guerra para hacerme una idea de lo que se vivió en la ciudad.
Así es como ha ido avanzando esta historia: de manera irregular, a rachas, sin método alguno. Las épocas de desempleo han sido a menudo la ocasión para hacer avanzar algo la investigación. Luego llegaba el presente y lo arrollaba todo con sus urgencias y su voracidad. Podía pasar entonces meses sin escribir o leer una línea al respecto. Y justo en los momentos en los que parecía haberme olvidado, la cartas de Joaquín terminaban volviendo a mí como un bumerán.
Aquellas Navidades en el archivo produjeron un hallazgo que para mí supuso una sorpresa mayúscula. El periódico que se estuvo publicando en Alcoy durante la guerra se llamaba Humanidad, Diario de la Revolución. Durante varios días consecutivos me dediqué a revisar mecánicamente todos los ejemplares publicados durante la guerra. Como no podía hacer una lectura a fondo, mis ojos se posaron sobre los raíles de las páginas y se dedicaron a recorrerlas a la mayor velocidad. En un momento dado, un elemento desconcertante les hizo perder la concentración y descarrilar. Había una página en la que algo no cuadraba. Contenía algún objeto al que no le correspondía estar allí. Detuve el rollo de microfilm y volví hacia atrás. Apliqué un poco más de zoom y rastreé la pantalla. Allí estaba. Escrito en letras de molde al pie de un artículo: Amado Figuerola. El nombre de mi abuelo.
A aquel artículo publicado en 1936 siguieron otros en meses posteriores. Durante el primer año de guerra mi abuelo ejerció de periodista y firmó artículos de opinión de corte revolucionario, ignoro si también en otros medios y con qué periodicidad. Eché cuentas. Tenía entonces 17 años y aún le quedaba la mayor de las sopresas por darme. En la edición del 26 de marzo de 1937 Humanidad publicaba el siguiente anuncio:
Es decir, que mi abuelo había ejercido de periodista y de orador entregado a la causa libertaria. Costaba de encontrar el punto en el que aquel joven políticamente tan activo y el señor afable y callado con el que me había criado confluían en una misma persona. Visto desde esta perspectiva, el pasado adquiría una complejidad retadora.
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Música: Roger Subirana: Point of no return
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Para ampliar información
Blog: Historia de las Juventudes Libertarias