No me entraba en la cabeza que mi abuelo hubiese combatido en una unidad militar inexistente. No podía ser que toda una brigada, habitualmente compuesta por entre 3.000 y 4.000 hombres, hubiese pasado desapercibida para autoridades e historiadores. Tenía que haber un error. La Brigada Torán, en la que él declaró ante notario haber servido, no podía ser obra de su imaginación. Una vez más, tocaba pedir ayuda.
En contra de lo que yo mismo imaginaba, los historiadores que se ocupan de la guerra civil suelen estar bastante abiertos a contemplar hipótesis diversas. La guerra de España no se caracterizó precisamente por su meticulosidad documental. Hubo tanta improvisación en ella que en algunos casos se la podría calificar de contienda oral. Su estudio, por lo tanto, no es una ciencia exacta. Algunas de las tesis que leemos son tan solo la más probable de todas las formas que pudo haber tomado la realidad.
En el caso de la Brigada Torán, la respuesta casi unánime fue la de considerar que debía tratarse de un error de mi abuelo. Donde dijo Brigada Torán, quizá quiso referirse a la Agrupación Toral. Así de simple. A mí me costaba asimilar que mi abuelo no fuese capaz de recordar el nombre exacto de la unidad en la que había luchado. “Esas cosas pasan, los recuerdos son mentirosos, si tú vieras lo que llegan a cambiar la realidad las personas que entrevistamos…”, me confió un historiador riguroso.
Siguiendo su consejo, intenté contrastar el testimonio de mi abuelo con otras fuentes documentales. La Agrupación Toral debía su nombre a Nilamón Toral, su jefe militar. Se había constituido en las postrimerías de la guerra con el objetivo de aliviar la presión que el ejército de Franco estaba ejerciendo sobre Cataluña. Para ello, el 5 de enero de 1939 iniciaron la que sería la última ofensiva republicana, para la que escogieron el frente más desguarnecido por el enemigo: Extremadura.
Ese último dato todavía me dejaba más frío. Pregunté a la familia. A mi abuelo le gustaba enumerar los lugares que había visitado durante la guerra. Aunque jamás diese detalles de su actividad, en cuanto reconocía uno de ellos en la televisión, decía: “Ahí estuve yo sirviendo”. Ninguno de los que le escuchábamos tenemos constancia de que hubiese pisado jamás Extremadura. Solo quedaba una pista. De todos esos lugares que mencionaba, en cuanto tuvo ocasión de hacerlo, tan solo quiso regresar a uno: Benassal, en la provincia de Castellón. Por algo sería.